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Cristina García

Banksy ha logrado muchas cosas como artista callejero y activista político, lo único que nunca ha conseguido es pasar desapercibido. El arte urbano que representa irrumpe en la vida cotidiana de los transeúntes convirtiendo paredes grises en poco menos que museos al aire libre. 

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Pieza de Banksy en el muro que separa Palestina de Israel

Ese chico escondido siempre tras una capucha, al que los medios de comunicación aún no han logrado poner cara, ha conseguido el más difícil todavía: que su mensaje ácido y anticapitalista lo lleve a trabajar con firmas como Puma.

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Mural de Banksy de una mujer barriendo bajo la alfombra, Londres

A la hora de hablar de Banksy es difícil discernir dónde acaba la realidad y empieza el mito que se ha creado alrededor de su figura. Lo único que se sabe, es que procede de Bristol, donde se vio influenciado por el Ad Jammer, movimiento que deformaba imágenes de anuncios publicitarios para cambiar el mensaje, y por Blek le Rat del que dice “cada vez que creo que pinto algo original, me doy cuenta de que Blek le Rat lo hizo mejor 20 años antes”. A través de la técnica del estarcido con plantilla presenta impactantes imágenes de Mickey Mouse tomando del brazo a una superviviente vietnamita o una mujer escondiendo la suciedad de Londres bajo la alfombra, entre otras muchas otras.

La policía de Inglaterra comenzó en 1994 la lúdica persecución de este maestro de lo efímero, que logró colocar algunas de sus obras en estaciones de metro o carteles publicitarios. Así nació la leyenda del joven que logró desafiar con su irreverente mente incluso el apartheid que separa el territorio Palestino e Israelí. La imagen de una línea de puntos cortada por unas tijeras imaginarias dio la vuelta al mundo que clamaba con fuerza la destrucción de la edificación separatista.

El Midas del arte callejero

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Billete de 10 libras con la cara de Diana de Gales, Banksy

Desde la propagación de su obra en Cisjordania, el mundo comienza a cuestionarse la identidad real del artista, lo que lleva a muchos periódicos a publicar que su nombre podría ser Robin Banks, lo que resultó ser una broma por la similitud fonética entre el nombre y “ladrón de bancos” en inglés.  No fue la única vez que Banksy usó esta expectación en su beneficio, recientemente publicó en las redes un anuncio de venta de su identidad por la módica suma de 1 millón de euros, suma que curiosamente muchos parecían dispuestos a pagar.

Todo lo que Banksy toca parece convertirse en oro, literalmente lo logró en agosto de 2004, cuando produjo gran cantidad de billetes de diez libras falsos que sustituían la imagen de la reina de Inglaterra por la princesa Diana junto a la frase “Banksy de Inglaterra”. Una persona anónima tiró un fajo en el carnaval de Notting Hill, convirtiéndose rápidamente en un objeto de coleccionismo, cuyo valor pasó de las 120 libras en Ebay a las 24.000 libras que un comprador pagó por uno de los billetes en 2007 en una subasta.

La alta cotización de sus trabajos ha llevado a la aparición del ‘fenómeno Banksy’ que lleva a celebridades a encargar sus obras y a colectivos a denunciar la venta de su arte al capitalismo que tanto criticaba. Estas cuestiones contradictorias se abordan en el documental nominado a los Oscar Exit Throught The Gift Shop, donde se muestra la forma de actuar del artista y su creciente fama que lleva a pagar sumas ridículas solo por el hecho de “tener un Banksy”.

Todo el mundo quiere un Banksy

Lo que no se puede negar al graffitero, a pesar de que ahora sus obras se expongan también en el MOMA de Nueva York, es su capacidad de remover conciencias y sobretodo de focalizar el interés en una cuestión social. El hecho de que Banksy se desplace a Nueva Orleans tres años después de Huracán Katrina a pintar decenas de paredes hizo que los medios que casi habían olvidado la catástrofe volviesen sus cámaras y objetivos a la realidad cruda que se vivía en la zona aún.

Es esta capacidad movilizadora la que lleva a muchas empresas a querer contar con los servicios de la persona que los critica. En una ocasión Los Simpson contaron con la participación de Banksy en la creación de una de sus cabeceras, donde se acababa satirizando sobre que gran parte de la producción del programa es hecha en Corea del Sur, dejando entrever que los trabajadores eran explotados.

 

Ahora las autoridades tienen más complicaciones para perseguir al artista y las ciudades se lo piensan dos veces antes de hacer desaparecer una de sus pintadas valoradas en miles de dólares. El activista nunca ha temido meter el dedo en la llaga pues como el bien resume “Un muro es un arma muy grande y una de las mejores cosas con las que puedes golpear”. Y el ha aprendido a manejar ese arma como ningún otro. Sin duda.

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Hombre lanzando un ramo de flores, Banksy